Las 5 heridas de la infancia: ¿por qué me siguen doliendo?
- ¿Por qué soy así?
- 3 jun
- 6 Min. de lectura

La infancia no se queda atrás solo por el paso del tiempo. A veces, sigue viva en lo que me duele, en lo que no entiendo de mí, en lo que se repite aunque no quiera. Las llamadas "heridas de la infancia" son marcas emocionales que se forman en mis primeros vínculos —especialmente con quienes me cuidaron... o no— y que, si no se trabajan, se reactivan una y otra vez en mis relaciones adultas. No se trata de buscar culpables, sino de comprender y atender lo que quedó sin resolver.
Es muy importante decirlo: estas heridas no se crean por una sola experiencia aislada o por un mal día que tuvo mi mamá, mi papá o quien me cuidaba. Estas heridas se forman cuando hay una constante, una vivencia repetida o sostenida en el tiempo, que va dejando una marca profunda en la forma en que me relaciono conmigo, con otros y con el mundo.
Y también es fundamental saber que poner límites, decir que no, dar estructura o marcar consecuencias no es sinónimo de herir a un niño. De hecho, eso lo ayuda a sentirse segur@. Lo que genera heridas no es la frustración puntual, sino la vivencia de no ser visto, no ser entendido o no tener a alguien disponible emocionalmente, de manera reiterada.
Estas experiencias no solo vienen de los padres. También pueden estar ligadas a otras figuras con mucha presencia emocional y autoridad en mi infancia: abuel@\s, herman@\s, maestr@\s, cuidadores, nanas, encargad@\s de guarderías, personas de autoridad que formaban parte de mi mundo cotidiano. El entorno, la época, la cultura, las personalidades de quienes me criaron y la mía como niñ@ también influyen enormemente.
Y algo más: tener heridas de la infancia no me condena. No me da derecho a justificar mis acciones ni a culpar a los demás en nombre de "mi herida". Conocer mis heridas me ayuda a entenderme y a sanar. Lo que hago con eso es mi elección. Puedo ignorarlas, seguir actuando desde ellas o empezar a responsabilizarme con amor y firmeza de lo que quiero para mí y para quienes me rodean. No soy culpable de lo que me pasó, sin embargo, sí soy responsable de lo que hago con eso hoy como adult@.
1. Herida de Rechazo
¿Qué fue? Es una de las heridas más profundas. Surge cuando siento que no soy deseado, que estorbo o que no tengo un lugar. A veces incluso desde antes de nacer, si mis cuidadores no estaban listos emocionalmente o si rechazaban algo de mi forma de ser.
Ejemplo cotidiano: Cuando yo, siendo niñ@, busco atención y escucho frases como: “¿Por qué no puedes ser como tu herman@?”, o cuando me ignoran o evitan abrazarme porque “no tienen tiempo”. Aprendo a hacerme chiquit@, a desaparecer para no molestar.
Señales en la adultez:
· Me siento incómod@ cuando hay mucha gente.
· Me cuesta pedir lo que necesito, como si no tuviera derecho.
· Siento que si alguien me conoce realmente, va a dejar de quererme.
· Me desconecto para no sufrir, pero también me siento sol@.
¿Cómo empiezo a trabajarla?
· Me doy permiso de ocupar un lugar sin tener que "ganármelo".
· Busco espacios donde pueda ser escuchad@ sin miedo.
· Aprendo a sostener el contacto conmigo, aunque al principio incomode.
· Me observo en momentos en los que me minimizo y me repito con ternura: "Sí merezco estar aquí".
2. Herida de Abandono
¿Qué fue? Se forma cuando me sentí sol@ o desamparad@ en momentos clave. No es solo la ausencia física, sino la falta de presencia emocional. Es la herida del vacío, del "no hubo quien me acompañara cuando más lo necesitaba".
Ejemplo cotidiano: Voy corriendo a contar algo importante y me dicen “ahorita no”, o me mandan a callar porque están cansados. Estoy ahí, pero no me ven.
Señales en la adultez:
· Me da ansiedad quedarme sol@.
· Me aferro a relaciones que ya no me hacen bien.
· Necesito sentirme necesitad@ para creer que valgo.
· Me derrumbo si alguien no me contesta rápido o me deja en visto.
¿Cómo empiezo a trabajarla?
· Me acompaño en momentos difíciles, sin juzgarme por sentir.
· Identifico si lo que hago por otr@s viene del amor o del miedo a perderlos.
· Construyo vínculos desde el deseo, no desde la necesidad.
· Me escribo cartas como las que me hubiera gustado recibir cuando pequeñ@.
3. Herida de Humillación
¿Qué fue? Nace cuando mis necesidades, emociones o cuerpo fueron motivo de burla o vergüenza. Aprendí que mostrarme tal cual soy podía ser castigado o ridiculizado.
Ejemplo cotidiano: Me ensucio jugando y escucho: “¡Qué asco, pareces animalito!” o lloro y me dicen “¡ya vas a empezar otra vez, qué chillon@ eres!”.
Señales en la adultez:
· Me cuesta disfrutar sin sentir culpa.
· Me escondo detrás del chiste o la ironía para no ser vulnerable.
· Evito pedir lo que necesito.
· Me saboteo cuando las cosas van bien.
¿Cómo empiezo a trabajarla?
· Me permito disfrutar sin tener que merecerlo.
· Me rodeo de personas que no se burlan de mis emociones.
· Trabajo en terapia el derecho a ser vist@ sin miedo ni vergüenza.
· Cuido cómo me hablo: dejo de decirme cosas que no le diría a alguien que amo.
4. Herida de Traición (o desconfianza)
¿Qué fue? Se activa cuando confío y esa confianza es traicionada. Cuando me prometen algo y no lo cumplen, o usan mi cariño para manipularme. Aprendo que el mundo no es seguro y que tengo que protegerme a toda costa.
Ejemplo cotidiano: Me prometen llevarme a un lugar y nunca llegan. Me dicen “si te portas mal, ya no te voy a querer”.
Señales en la adultez:
· Me cuesta confiar, incluso en gente cercana.
· Siento que si no controlo, me van a fallar.
· Pongo a prueba constantemente a los demás.
· Me da miedo depender de alguien.
¿Cómo empiezo a trabajarla?
· Hago acuerdos pequeños conmigo y los cumplo.
· Reconozco que controlar todo me cansa más de lo que me protege.
· Me abro a confiar en lo cotidiano: dejar que alguien me ayude, delegar, compartir.
· Me permito dudar sin cerrarme: no todo lo incierto es amenaza.
5. Herida de Injusticia
¿Qué fue? Surge en entornos fríos y exigentes, donde se valora más el rendimiento que lo que siento. Aprendo que solo valgo si soy perfect@, si no me quejo, si siempre hago lo correcto.
Ejemplo cotidiano: Saco un 9 y me preguntan “¿por qué no sacaste 10?”. Llorar o expresar molestia es visto como debilidad.
Señales en la adultez:
· Me exijo muchísimo. No me permito fallar.
· Me cuesta recibir ayuda.
· Me molesta que la gente no “cumpla”.
· No disfruto si no siento que lo gané a pulso.
¿Cómo empiezo a trabajarla?
· Me permito descansar sin sentir culpa.
· Hago cosas solo por el gusto, no por deber.
· Reconozco que soy valios@ más allá del resultado.
· Me hablo como hablaría a alguien que quiero, incluso cuando comete errores.
🌱 No es culpa mía, cierto; solo es mi camino y yo soy dueñ@ de él ahora
Todos llevamos alguna de estas heridas. Algunas más claras, otras más escondidas. Lo importante no es "cargar" con ellas, sino saber cómo atenderlas.
Sanarlas no es olvidar, es acompañarme distinto. Es dejar de decir “así soy yo” y empezar a preguntarme “¿de dónde aprendí a ser así?”. Y desde ahí, moverme con más ternura, con más paciencia, con más compasión.
Sé que a veces quiero trabajarlo sol@, con libros, artículos o videos. Y claro que eso ayuda. Pero hay un momento en el que, por pura supervivencia, mi mente y mi cuerpo dejan de avanzar para no sentir tanto porque el dolor es enorme. Ahí es cuando una mirada profesional, amorosa y entrenada puede hacer toda la diferencia.
Porque hay rincones a los que yo sol@ no podré entrar, no por falta de fuerza, sino porque me protegí para sobrevivir. Ir a terapia con alguien serio y comprometid@ es darme la oportunidad de sanar acompañad@, de descubrir lo que aún me duele, sin tener que hacerlo en soledad.
Si este texto te ayudó, te invito a seguirnos acompañando en este proyecto, a seguir leyendo, compartiendo, investigando. Y si crees que le puede servir a alguien más, pásale el enlace 🧡
📚 Para leer y ver más:
· Bourbeau, L. (2000). Las 5 heridas que impiden ser uno mismo. Ediciones Obelisco.
· Bowlby, J. Teoría del Apego.
· Miller, A. (1983). El drama del niño dotado. Editorial Paidós.
· Young, J. (2003). Terapia del Esquema. Guilford Press.
· Guy Winch (TED Talk): Cómo sanar el dolor emocional.
Comments